Si lo viste venir no podrás decir que te sorprendió sin estar preparado

Si lo viste venir no podrás decir que te sorprendió sin estar preparado

24/jul/2017

Hospital Saludybienestar, Colonia B, Año 2027

Ingreso en la 226 B.

Una camilla se desliza por el pasillo, desde el servicio de urgencias hasta la segunda planta. Un robot conduce la camilla mientras, junto a ella, una mujer camina. El que va dentro es su marido, que ha sufrido un infarto. Llegan a la habitación. El robot coloca de manera perfecta y sin esfuerzo la camilla en su lugar, junto a la ventana, mientras recita con voz humanoide los horarios del centro, así como los derechos y deberes del paciente. Antes de retirarse, les comunica, con su voz digital modificada, que el médico pasará pronto.

En el año 2017, ya anunciaban que esto pasaría, pero nadie pensaba que llegaría a verlo, como todas las revoluciones. Pero estaba aquí. Ya. Los robots en los hospitales. Y no había nada que hacer. Salvo esperar al médico, ajustar la luz y el hilo musical, o solicitar una botella de agua en el panel del pasillo con cargo a la tarjeta de pago. Eso, y releer distraídamente las normas del hospital que se mostraban, una tras otra, en la pantalla del monitor de la habitación.

Desde la cama monitorizada, el equipo de última generación enviaba las señales de las constantes vitales, de los resultados analíticos y de las distintas pruebas realizadas, directamente al terminal del médico. El sistema de perfusión, instalado en un repositorio colocado directamente debajo de la piel paciente, y conectado directamente al servicio de farmacia del hospital, administraba el cóctel de drogas prescrito en urgencias. Mientras tanto, un sistema informático basado en tecnología "big data" analizaba las necesidades de cuidados del paciente en base a su historial médico y situación actual. La cama-monitor, ahora denominada "carebed", enviaba información no sólo de las constantes, sino de otros muchos parámetros útiles para el diagnóstico y tratamiento: peso, altura, estado de piel y mucosas, nivel de azúcar en sangre, nivel de movimiento, presión en apoyos corporales, estado de hidratación y otros, actualizando en tiempo real el plan de cuidados y estableciendo parámetros de probabilidad de complicaciones de salud a partir de su estado actual.

"Cariño", dijo él desde la cama con voz débil, "necesito ir al baño". Ella accionó al instante el botón de llamada situado en el borde de la cama. Una suave voz femenina le respondió. Recordó que al principio las voces de los robots sonaban más impersonales y metálicas, pero eso había cambiado. La experiencia con los robots aún era fría, pero no desagradable. Pidió ir al baño. Un robot de suave caminar apareció junto a él a los pocos segundos. Accionando los mecanismos de la cama, y con breves, pero claras instrucciones, lo ayudó a incorporarse. Los sistemas de sensores de constantes eran remotos, y el sistema de perfusión era un modelo mejorado que evitaba que el paciente se pudiera enganchar o desprender de los tubos que ingeniosamente recorrían tu torso, así que toda la maniobra fue como la seda. Junto a la cama apareció lentamente un inodoro deslizándose tras un panel de la pared, y otros paneles desplegados ahora desde el suelo de la habitación envolvieron al robot y al paciente, creando la intimidad necesaria para que este pudiera evacuar sin problemas. Unos minutos después, estaba de vuelta en la cama. Sus constantes apenas habían sufrido variación. El volumen y composición de su orina estaban siendo analizados, aportando importante información que el médico recibiría en cuestión de segundos.

Ella pensó: se echa de menos al personal sanitario humano, pero no puedo decir que no estemos atendidos. En ese momento, la puerta se abrió y entró el médico. También él era un robot humanoide de última generación. Eso sí, dirigiéndolo, anunciaba la publicidad del hospital, estaba un equipo de médicos humanos - ¿realmente? ¿cómo saber si no era una computadora también? - que analizaba su caso y definía el tratamiento. Con suave, pero firme, voz –masculina, pues su marido así lo había elegido cuando les pasaron el cuestionario de configuración sanitaria- le comunicó el diagnóstico y tratamiento, así como las horas de hospitalización previstas, si todo transcurría como se esperaba.


El futuro tecnológico sanitario se está gestando ahora. En un espacio temporal no muy lejano, los robots sustituirán nuestro trabajo. Si puedo imaginarlo (el texto no está sacado de ninguna novela de ciencia ficción, sino que lo acabo de teclear) se puede hacer realidad. No me considero ninguna visionaria. Sólo junto piezas y la imagen del puzle se pinta sola.

Investigadores de Toyota ya han creado un sistema de traslado de pacientes que reduce la carga física de los pacientes y disminuye la fuerza que necesitan los enfermeros para moverlos. Y en Bélgica ya hay robots desarrollando el trabajo de recibir orientar a los pacientes. Con sus nuevas aplicaciones, estos nuevos robots son capaces de trabajar como asistente médico recopilando y explicando diagnósticos y resultados de pruebas médicas a los pacientes. Asimismo, Toyota está desarrollando sistemas de voz que permiten mantener una pequeña conversación con los robots, aunque no muy profunda.

¿Nos hemos parado a pensar cómo vamos a hacer para ser imprescindibles? Lógicamente, conociendo su potencial, las computadoras serán capaces de analizar más información que una sola persona, incluso que un equipo de eruditos. También nos moverán ellas, con suaves brazos y sin esfuerzo. Incluso proveerán de ayuda psicológica a los pacientes que la necesiten.

Imaginen ahora un ecosistema hospitalario. Cocina, limpieza, mantenimiento, lavandería, celadores, administrativos, técnicos, médicos, auxiliares y enfermeras… ¿alguien se libra? La respuesta es no. O muy pocos. Los que estén detrás de que todo esto funcione y haga lo que se supone que debe de hacer. A nadie le gusta la idea de que un robot lo podrá sustituir, un día no muy lejano. La pregunta es... ¿cómo nos estamos preparando para ello?

Detrás de cada amenaza, hay una oportunidad. Es necesario adaptarse y prever escenarios en los que la asistencia cambiará, para estar ahí, para ser clave en su desarrollo, dirigirlo y llevarlo al lugar que queremos. Ese lugar en el que la atención sanitaria sea de calidad y universal, accesible y atenta.

Sólo así seremos dueños de nuestro futuro. Un futuro que cada día es más presente. ¿Están las organizaciones sociales adaptándose a este futuro? La educación, la industria, la sanidad y todos los ámbitos de nuestro entorno cambiarán. Ya lo están anunciando. 

Después no podremos decir que nos sorprendió sin estar preparados.

Es tarde, está anocheciendo. El paciente duerme, relajado, sin dolor, después de un día complicado. Junto a él, su mujer está sentada en un sofá. No es tarde, está cansada pero no tiene sueño: la preocupación y la ansiedad sobre el futuro y las consecuencias del infarto en sus vidas la mantienen despierta. Necesita moverse. Sabiendo que su marido estará bien atendido y que cualquier variación en sus constantes conllevará una inmediata respuesta, sale de la habitación. No quiere estar sola. Necesita hablar con alguien, o se volverá loca.

Camina hasta la bahía central y acciona el timbre. Una mujer sale. Afortunadamente, piensa, no es un robot. "¿Qué desea?", le pregunta, mirándole con afecto. La mujer de nuestro relato siente que de pronto se le anegan los ojos, y traga saliva. La enfermera percibe su angustia. "¿Quieres pasar a tomar un café conmigo y charlamos?" La mujer asiente. La enfermera le sirve un café mientras la mujer empieza a hablar… Mientras la mujer se desahoga, la enfermera la escucha, empática, y va desarrollando mentalmente el mensaje que le va a dar, la tranquilidad que espera transmitirla y de qué manera. Para eso se ha preparado, integrando y profundizando todos los conocimientos y habilidades aprendidos en el arte de cuidar. Para que nadie como ella sepa dar ese "algo" que ningún robot podrá nunca dar. Ese calor humano que es el sello de calidad del hospital.

Y esa es la razón por la que las encuestas de satisfacción de esa empresa sanitaria siempre rozan la excelencia.

PS. Gracias a Carlos de Francisco Gutierrez por cederme la foto de portada. No dejéis de visitar su web. Para mi, uno de los mejores fotógrafos que existen, con una mirada única. ​

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