La cultura del “póngame cuarto y mitad"

La cultura del “póngame cuarto y mitad"

26/nov/2015


Venimos, estamos (y algunos pretenden que vayamos) hacia una cultura donde todo se cuantifica y se evalúa en función de esa medición cuantitativa.

Pero es lógico. ¿Cómo crecimos? Crecimos siendo evaluados en un colegio del 1 al 10, donde la valoración de un ejercicio escrito tenía mucho que ver con el número de folios que habías sido capaz de "rellenar", donde la dificultad de la asignatura se percibía en función del "tocho" de libro que tenía… ¿Os acordáis?

Y uno se ha hecho mayor y ve replicado todo aquello en el mundo de la empresa.

Y si no haced la prueba: preguntad a alguien que te describa la empresa en la que trabaja.

Os apuesto a que dirá algo tal que así: "Somos unas 300 personas, distribuidas en 15 países principalmente en Europa y LATAM y con fábricas propias en China, USA y España. Con un crecimiento el año pasado del 10%, una facturación de 120Mill € y unos beneficios de…"

¡Toma ya! Solo le falta decir "sácame la tuya a ver quien la tiene más grande".

Porque en realidad la cosa va de eso, de compararse con los otros.

Os aseguro que hay otra forma de definir tu empresa, mucho más efectiva para el receptor del mensaje, pero eso es otro tema que hoy no toca.

Todavía mucha gente cuando me conoce y le digo que tengo una consultora la primera o segunda pregunta que me hace es "¿cuántos sois?".

Menos mal que en torno a 2009 decidí cambiar mi creencia inculcada desde pequeño que decía que "si no éramos grandes no podíamos llegar a hacer cosas grandes" (y en el caso de DOMO a trabajar con empresas grandes) por la de "lo importante no es ser una consultora grande sino una gran consultora". Desde entonces trabajamos para grandes empresas, ganando proyectos con un precio (y por lo tanto un servicio) superiores al de las consultoras grandes.

Y lo que es mejor, nuestro impacto en hacer del mundo (empresas y sociedad) un lugar mejor es muy alto en proporción al numero de personas que somos. Sin embargo se sigue midiendo el impacto social de una empresa por el número de empleos directos que crea.

Como formador (y también como consultor/facilitador o como querías llamarlo) me encuentro la siguiente situación: resulta que el material escrito que entrego es muy escueto, esquemático, porque resulta que se ha comprobado (y es ampliamente aceptado entre los expertos) que el aprendizaje de verdad, el bueno, es el que deja huella en el alumno, el que produce un impacto. Y claro los impactos que dejan huella son los emocionales, lo que hacen que el alumno sienta algo, se le remueva algo por dentro, de tal manera que ponga atención en eso y por lo tanto retenga lo que está pasando ahí. Y luego los formadores nos encargamos de hacer consciente y conectar esa emoción, ese sentimiento, con los conceptos teóricos.

Bueno, pues ¿me puede decir alguien como se miden o pesan o cuantifican los sentimientos y las emociones? Estoy seguro que algún estudioso/friki ya ha investigado esto pero yo prefiero aceptar que es complicado medirlos y centrarme en que se produzca lo que se tiene que producir para que mis alumnos (o clientes en consultoría o transformación) se lleven lo mejor.

El problema es que esos clientes siguen midiendo y evaluando en función del "peso" y pidiendo el "entregable" en un formato denso y tangible (informes, PDFs, PowerPoints,…).

Afortunadamente esta necesidad suya desaparece cuando han terminado el trabajo facilitado por nosotros (DOMO), momento en que se olvidan de pedirnos la presentación o los "apuntes" y son conscientes de todo lo que se llevan de nuestras sesiones. De hecho en formación tenemos (y aquí van los números para quienes los necesitéis) una valoración media de 9,3 sobre 10. Está claro que el que apenas demos "tochos" e informes no es un problema para nuestros clientes.

El problema está en que igual no hubieran podido disfrutar de nuestra aportación si alguien en su empresa decide que no somos una consultora adecuada porque no damos informes minuciosos y complejos o no damos los apuntes detallados de la formación que impartimos.

Si lo llevamos al campo de la educación es aún más grave (como todo lo que pase en la educación). Los sistemas actuales de educación y valoración de los alumnos se centran en este tipo de mecanismos en lugar de centrarse en lo importante, y así no hay desarrollo de talento que valga.

Yendo al mundo de la industria, recuerdo un proyecto de 2001 en el cual diseñamos y desarrollamos un sistema de manillas para ventanas. El cliente nos hizo ver (y nosotros lo pudimos comprobar) lo importante que era que las manillas tuvieran peso, cuanto más mejor. Los compradores, normalmente instaladores de ventanas, cogían la manilla en la mano y si la sensación era de ser pesada, la valoraba muy positivamente. Así tuvimos que "engordar" nuestros diseños, con el sobrecoste económico y medioambiental que eso lleva. Esta práctica es frecuente en la industria, a pesar de que con los nuevos materiales más peso no implique más resistencia (en ocasiones es al contrario).

Y es que la cultura del "ponme cuarto y mitad de consultoría" y "dos docenas de formación por favor, que no estén muy hechas" sigue estando entre nosotros.

Eso sí, al igual que yo he decido actuar también está en tu mano que esto cambie.

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