Si es que... ¡de todo se aprende!

Si es que... ¡de todo se aprende!

09/dic/2015

¡Hay que ver qué poco espacio dejamos al aprendizaje autónomo! Ayer por la tarde, iba por un parquecito rodeado por una bancada de hormigón y me crucé con una chica que caminaba con su hija de unos 2 añitos de la mano derecha, y con la izquierda empujaba un carrito con un bebé al tiempo que sujetaba la correa de un perrito. La nena quería subirse y caminar por la bancada, a lo que la madre responde, con alerta, guiando fuertemente a la niña mientras le decía "vale pero no me sueltes la mano. Venga, con cuidado". No soy capaz de transmitir narrativamente la sensación que me causó esa madre, pero su expresión me transmitió la puesta en escena de todas sus habilidades de control materno, siempre para bien y en pro de la seguridad de su hija. El caso era no dejar que la niña cayera, tropezara o... mantuviese el equilibrio por sí misma, que para el caso, lo mismo era una cosa que otra.​

"Oiga, perdone, ¿dónde aprendió usted estas competencias?"

¡Y he aquí el primer quid de la cuestión! Quien no arriesga, no gana. Tampoco pierde, es cierto, pero ganar, seguro que no gana. En términos de aprendizaje - que es lo que nos ocupa - si no caminas tú solo/a por la bancada no aprenderás a levantarte si te caes, por supuesto. Pero, lo que me parece más grave (y se sale de este tópico) es que no aprenderás a mantener el equilibrio necesario para llevar a cabo el reto. Para acometer cualquier tarea, necesitamos una serie de habilidades y competencias que determinen nuestro desempeño. Ahora bien, cabe preguntarnos: son esas competencias nuestras, o son las de otra persona? En el ejemplo de la madre y la niña, desde luego que la niña aprenderá a caminar por la bancada, pero sólo como se le ha enseñado: de la mano de, en este caso, su madre (de mayor, quién sabe, lo mismo si no tiene mano, no camina por la bancada).

¡Aprendemos de todo!

Como ya he mencionado, no voy a negar las "buenas intenciones" de la madre, a saber: evitar el sufrimiento de su hija por si, al cometer un error, se cae. Y he aquí el segundo quid (a mi entender orígen del primero): no permitir errar y concebirlo como un fracaso o un peligro. No voy a decir la típica frase de "aprendemos de los errores", porque, a lo que voy, es que aprendemos de todo. ¡Esa es la realidad! La niña aprenderá si se cae, sí, pero si no se cae también, porque algo se le está enseñando en ambos casos: que no hay que caerse, que para no caerse hay que tener una mano "amiga", que con esa mano se camina apoyando el peso en ella sin problemas, y que, sin ella, es peligroso cruzar la bancada. Pero, ¿es ese el verdadero mensaje que queremos transmitir? ¿Qué hay del inexplorado mundo de la caída?

Por eso es fundamental decidir de qué vamos aprender: de hacer las cosas como nos dicen que hay que hacerlas y bajo un guión incuestionable, o bien de escribir cada uno nuestro propio guión, a riesgo de cometer algún error que corregir (¡ojo, o que aprovechar!), o aún a riesgo de que nos salga a la primera con nuestra propia autenticidad.

¿Y en el ámbito empresarial?

Este es el tremendo miedo que existe en las empresas, en el ámbito laboral. La no permisividad del error tiene unas nefastas consecuencias, una de las cuales (a mi juicio, la peor), es la pérdida de la confianza en las personas que trabajan en, para y por la empresa. ¿Cuántas empresas hay que según los errores así es tu prestigio (o desprestigio, más bien)? ¿Y cuántas conoces que al al primer error el trabajador es despedido (desempeñándose en una cultura empresarial que, además de sostener esta práctica, sostiene otra: la de "esto es para ayer, con que date prisita")? Alguna que otra organización de este talante conocemos en domo.

En las empresas, como en la vida, existe una tendencia al control y en ellas las personas también proyectamos nuestros aprendizajes y nuestras experiencias en los demás, en pro de evitar los errores, ir más rápido y ser más eficientes. En la empresa, esto se traduce en una serie de políticas internas y una cultura que, sobre la base del "cómo se deben hacer las cosas aquí", viene a confirmar a cada persona los límites de su desempeño y sus destrezas, es decir, de lo que en la empresa se considera que cada uno es capaz de hacer, porque fuera de ahí, no interesa por ser "peligroso".

"El peligro es no arriesgar" - Xesco Espar (entre otras cosas, autor del libro "Jugar con el Corazón")

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